
Ah, la poesía (5)
Por Luis A. Fleitas Coya
Es tal la vigencia de Whitman que su influencia ha permeado la poesía escrita posteriormente a él, durante todo el siglo XX y lo que va del XXI; vemos sus huellas por todas partes, desde Carl Sandburg y Edgar Lee Masters, a Neruda, Maiacovski, T. S. Elliot, Fernando Pessoa, Octavio Paz, Allen Ginsberg, John Ashbery, y así.
Uno de los mejores ejemplos de esa ultractividad irradiatoria, es la obra de un extraordinario poeta que no fue considerado poeta de la patria, no obtuvo el Premio Nóbel ni ningún premio importante, y mucho menos grandes reconocimientos en vida, al punto de morir en la pobreza en 1938.
César Vallejo publicó en vida algunos libros de poesía, como Los heraldos negros y Trilce; en ellos pueden rastrearse huellas de Rubén Darío y de nuestro Julio Herrera y Reissig. Así, por ejemplo, en Los heraldos negros, en pasajes como Nostalgias imperiales, los sonetos están construidos con metáforas a la manera de Herrera y Reissig peruanizadas con expresiones coloquiales, imágenes del pasado incaico y alusiones campesinas:
El campanario dobla…No hay quien abra
la capilla…Diríase un opúsculo
(…)
Hay ficus que meditan, melenudos
trovadores incaicos en derrota
(…)
…lago que suelda espejos rudos
donde náufrago llora Manco Cápac
(…)
Como viejos curacas van los bueyes
camino de Trujillo, meditando
(…)
Lejana vibración de esquilas mustias
en el aire derrama
Allí están las imágenes de Los éxtasis de la montaña (Como viejos curacas van los bueyes… Lejana vibración de esquilas mustias). Influencia que si bien todavía está presente en Trilce, ya ahí cobra mayor trascendencia y se impone la originalidad de las imágenes de Vallejo, a la par del desguace y quiebre de las formas tradicionales del lenguaje, en una lucha a brazo partido con palabras, signos y puntuaciones.
Pero sus más famosos libros, Poemas humanos y España aparta de mí este cáliz, fueron publicados póstumamente en 1939 y en 1940 respectivamente, luego de su muerte, gracias a la labor de su viuda Georgette Philippart o Georgette Vallejo. Aparte de que Trilce ya era uno de los mejores libros de poemas escritos en nuestro continente, Poemas humanos es un libro sin parangón, una verdadera explosión de gran poesía, al punto que es difícil seleccionar los mejores poemas:
Los nueve monstruos
I, desgraciadamente,
El dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de ser, dolernos doblemente.
Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tan cerca arremetió lo lejos,
jamás el frío nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tanta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
El corazón en su cajón, dolor,
La lagartija en su cajón, dolor
(…)
La rueda del hambriento
Por entre mis propios dientes salgo humeando,
Dando voces, pujando,
Bajándome los pantalones…
Váca mi estómago, váca mi yeyuno,
La miseria me saca por entre mis propios dientes,
Cogido por un palito por el puño de la camisa
(…)
Un pedazo de pan, ¿tampoco habrá ahora para mí?
Ya no más he de ser lo que siempre he de ser,
pero dadme
una piedra en que sentarme
pero dadme
por favor, un pedazo de pan en que sentarme,
pero dadme
en español
algo, en fin, de beber, de comer, de vivir, de reposarse,
y después me iré…
Hallo una extraña forma, está muy rota
y sucia mi camisa
y ya no tengo nada, esto es horrible.
Los desgraciados
Ya va a venir el día; da
cuerda a tu brazo, búscate debajo
del colchón, vuelve a pararte
en tu cabeza, para andar derecho.
Ya va a venir el día, ponte el saco.
Ya a venir el día; ten
Fuerte en la mano a tu intestino grande, reflexiona
antes de meditar, pues es horrible
cuando le cae a uno la desgracia
y se le cae a uno a fondo el diente.
(…)
Hay quienes hablan de cierta retórica u oscuridad artificial en el lenguaje poético de Vallejo; grave, por momentos arrebatada, de un enérgico manejo de la lengua saltándose convencionalismos y reglas con neologismos, peruanismos, singularidades temporales y espaciales, aplicaciones de pares contrarios, repeticiones, sustituciones, e imágenes alternativamente claras y complejas que renuevan el interés del lector y que en los Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz concluye en una extraordinaria cadencia enumerativa, a mí siempre me ha parecido una poesía de una singular autenticidad.
En Poemas humanos es donde mejor aparece, con toda su fuerza, la influencia de Whitman. Reconocemos en estos poemas la potencia lírica del gran norteamericano, su vozarrón invocatorio. Pero al contrario de Whitman, no es el optimismo ni la alegría; no es la fe en la vida, en el hombre y en la mujer, en la naturaleza y en el futuro, lo que impulsa la arenga o la invocación; es el dolor, el padecimiento, la desesperación, el hambre. Lo que nos muestra Poemas humanos es a un poeta que supo encarnar a todos los que sufren: he ahí al gran César Vallejo, muerto en París prematuramente a sus cuarenta y seis años, trasmutando en poesía el dolor. Y más nos duele porque su dolor personal era cierto, y su hambre también.
En Perú había sido periodista, maestro, y había sufrido cárcel injustamente. En 1923 partió hacia Francia, de dónde no regresaría, en un exilio voluntario que le resultó siempre muy angustioso, y desde donde sufrió las sucesivas muertes familiares y el vaciamiento de su casa natal en Santiago de Chuco. Sabemos que vivió en la capital parisina en la miseria, aquejado además de dolores y crisis nerviosas, y que operado de hemorragia intestinal en octubre de 1924, pasó varias semanas horribles en el Hospital de la Charité. Luego su suerte mejoró algo al empezar a colaborar en periódicos limeños y a una beca del gobierno español. En 1928 está nuevamente en crisis confesando en una carta a Pablo Abril, el 30 de mayo de 1928, estar en la miseria y muy debilitado física y psíquicamente: “Le escribo en un estado de ánimo terrible. Hace un mes que estoy enfermo de una enfermedad de lo más complicada: estómago, corazón y pulmones. Estoy hecho un cadáver. No puedo ya ni pensar. Sufro también al cerebro. Un mes que no duermo… Estoy en la miseria absoluta y perezco de debilidad…” Sobrevivió gracias a la ayuda de algunos amigos. Hacia 1929 convive con Georgette con quién luego se casará, mejorando en algo su situación, aunque en los años siguientes seguirá siendo precaria, pasando nuevas y sucesivas penalidades. En 1936 el alzamiento franquista y la guerra civil española lo afectan profundamente, y en 1937, el presentimiento de la trágica derrota republicana y de su propia muerte, agravará su estado emocional y físico, redactando en los últimos meses de ese año la mayoría de los poemas de sus dos libros póstumos. El 15 de abril de 1938 agotado por las penurias, presa de una fiebre de origen incierto, muere, muy tristemente, siempre en París.
En una entrevista con el periodista Germán Castro Caycedo de RTI TV de Colombia de 1976, Gabriel García Márquez contó que si alguna obra maestra escribió, esa obra era El coronel no tiene quien le escriba. La escribió en París, cuando estaba solo, no tenía dinero ni casi nada de comer, esperando correo con el auxilio solicitado a amigos, que nunca llegaba, y que eso lo tradujo en los padecimientos de los personajes de la nouvelle, el coronel y su esposa, que también pasan las mil y una mientras esperan inútilmente que al coronel le llegue correo con la pensión como combatiente de la guerra civil. Es lo mismo que hizo César Vallejo en Poemas humanos; transformó su padecimiento personal en padecimiento humano, en versos que realizan un vaivén sobrecogedor de lo individual a lo universal.
De ahí su aliento tan poderoso, de ahí su autenticidad, de ahí que duelan tanto sus versos.
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