• 14 de noviembre de 2024 7:59 AM

Los asombrosos paralelos entre el Tango y el Jazz

Por Arturo Yepes

Hoy damos la palabra a un amigo chileno por nacimiento, quien vive en Puerto Rico desde hace más de cuarenta años. Un estudioso de la música popular con preferencia por el tango. Coleccionista, en especial de Gardel, cuenta con un archivo considerado de los más completos del mundo, que incluye, entre otras cosas, el micrófono usado por Gardel el 12 de abril de 1935 en el Teatro Tres Banderas de San Juan de Puerto Rico, con el cual aparece en la foto.

Destacado periodista y conferencista, se presentó por primera vez en nuestro país en el marco de los festejos correspondientes al Bicentenario de la Batalla de Las Piedras, invitado por la Academia Uruguaya del Tango. También cuenta con una extensa trayectoria como caricaturista y docente universitario. Sus trabajos de investigación han sido publicados por la Universidad de Puerto Rico y la de Alcalá de Henares, España. Entre los reconocimientos internacionales recibidos se destacan la medalla Carmelo Filandi de UNESCO, y la inclusión en el Programa “Los Objetivos del Desarrollo del Milenio”, de la ONU.

Nelson Sica.

Presidente de la Academia del Tango del Uruguay.

Desde muy joven me gustaban el jazz y el tango, estos dos géneros musicales aparentemente tan diferentes y de dos culturas tan disímiles.

A medida que mi interés iba in crescendo empecé a coleccionar cuanto reportaje, documental, o libro había sobre el tema. Cuál no sería mi sorpresa al ir descubriendo que el Jazz y el Tango tenían unos puntos tangenciales sorprendentes. Hace unos años comencé a anotar estas coincidencias.

Ambos ritmos son producto de la gran influencia africana en todo el continente americano. El Jazz proviene de tres vertientes: blues, spirituals, y rag time. El Tango, candombe, habanera, y milonga.

El Jazz y el Tango empiezan a gestarse en la primera década del Siglo XIX en las reuniones sociales de esclavos, tanto en Estados Unidos como en ambas riberas del Río de la Plata.

En las regiones del continente americano con climas homólogos a África, como Brasil y el Caribe, lo que predominan son ritmos alegres y vivaces, más parecidos a la música africana. Por el contrario, los crudos inviernos de los hemisferios Norte y Sur significaron un castigo adicional para los esclavos e influyeron en la tonalidad melódica reflectiva y nostálgica de los Blues y el Tango. Eso explicaría, también, la ausencia del tambor en ambos géneros.

Ambos ritmos son producto de puertos importantes: New Orleans en Estados Unidos, y Buenos Aires y Montevideo, en el Río de la Plata. El gran tráfico mercantil e inmigratorio de estos puertos iba a ir moldeando los respectivos pentagramas a lo largo de todo el Siglo XIX.

Tanto Jazz como Tango fueron conceptuados, hasta comienzos del Siglo XX, como música libertina e inmoral. Sólo se escuchaba en los burdeles.

La etimología de las palabras Jazz y Tango continúa siendo un misterio donde las teorías abundan: “Jazz, una forma de disfrazar la palabra ass”;  “jasmine, el perfume favorito de las prostitutas de New Orleáns”; “del verbo francés jaser, que significa bembetear, hablar en forma disparatada o improvisada.

Una coincidencia trágica: Charles “Buddy” Bolden, el primer director de una orquesta de Jazz  muere en un asilo mental en 1931. Pascual Contursi, el primer letrista de tangos (Mi noche triste) muere en un asilo mental en 1932.

Ambos géneros musicales experimentaron una evolución paralela. En la década del 20 eran los ritmos más populares en el mundo entero. Llegan a su máximo esplendor, con las grandes orquestas, en la década de los 40. Y en los 60, con el advenimiento del Rock, comienzan su decadencia.

El Jazz y el Tango tienen dos figuras pivotales: Louis Armstrong y Carlos Gardel. Genios musicales innovadores y de una creatividad inagotable, son considerados la espina dorsal de ambos ritmos. No conozco de ningún otro artista de masas para los cuales el cariño de sus admiradores llegue a una exaltación digna de lo divino. De Armstrong se dijo: “Era un mensajero de Dios en la tierra”. Y, en el Cementerio de la Chacarita, de Buenos Aires, donde descansan los restos de Gardel, hay una placa que lee: “Dios… se apagó tu voz”. Ambos, hijos ilegítimos. De procedencia paupérrima los dos, siempre mantuvieron su contacto con el pueblo; sencillos y asequibles, ninguno abandonó su humilde casita en los barrios de Queens y del Abasto, respectivamente.

Ambos géneros tienen dos compositores, George Gerswhin y Astor Piazzolla, que lograron llevar el Jazz y el Tango a las grandes salas de concierto.

Pero, hay un paralelo que considero el más importante: Tanto el Jazz como el Tango han tenido un resurgimiento en los últimos años, sobreviviendo heroicamente los embates de la música moderna. Me atrevo a asegurar que ambos ritmos permanecerán  como clásicos de la música popular per secula seculorum. Sin embargo, no será un regreso a la época de oro de las grandes orquestas; el Jazz quedará como música para deleite de nuestros oídos en festivales y conciertos. El Tango, por su parte, se perpetuará como espectáculo bailable, para nuestro disfrute de la más sensual y misteriosa de todas las danzas.

Publicado en Tanguedia Nº 22, junio 2011

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