• 3 de abril de 2024 9:49 AM

“Nomadland»: cima de la sensibilidad

Escribe Martín Imer

Chloé Zhao es una directora joven, que hasta ahora ha mostrado una saludable consistencia en su forma de acercarse al cine, algo que lamentablemente no veremos más, a menos en un futuro cercano.

Chloé Zhao es una directora joven, que hasta ahora ha mostrado una saludable consistencia en su forma de acercarse al cine — algo que lamentablemente no veremos más, a menos en un futuro cercano, luego de ver que sus próximos proyectos incluyen lo nuevo de Marvel (The ethernals) y algunas otras cosas más para estudios, incluyendo una suerte de western con Drácula como protagonista. De todas formas, en sus primeras tres películas hay un enfoque a una realidad mayor desde un punto de vista extremadamente mínimo, con el fin de alejarse de la problemática en sí para hablar desde el interior de quien la sufre. En la primera, Songs my brothers taught me, era el claro distanciamiento social de los jóvenes indígenas en Estados Unidos y la estructura interna – y muchas veces cruel – de sus reservas, mostrando a un chico que, como estaba la situación ahí, tenía nulas chances de sobrevivir tanto en ese mundo como en el exterior. Luego, en The rider, notable película, se veía la enorme diferencia cultural dentro del país al seguir a un muchacho cuya vida social y laboral únicamente giraba en torno al rodeo, y cómo sus opciones se agotaban al volverse incapaz de formar parte de ese mundo de nuevo. Ahora, en Nomadland, reciente ganadora del Oscar a Mejor película y de estreno este fin de semana en salas comerciales, el foco vuelve a estar en los marginados, pero esta vez desde otro lugar: en las anteriores eran jóvenes, podían ilusionarse (junto con el espectador) con la idea de un futuro mejor, de mayores oportunidades, de un pueblo que se vende así.

En esta oportunidad, sin embargo, todos los protagonistas son mayores, con una vida que generalmente ya se considera hecha, quienes son llevados a una vida de nomadismo moderno, viviendo de empleos ocasionales en los lugares por donde van y desarrollando una vida social a partir de una comunidad de personas en la misma situación, muchos llevados a ese lugar por la desesperación producida por el último golpe económico que sufrió EE.UU. Seguimos a Fern, una mujer que lleva su vida entera en una camioneta con la que recorre todo el país, encontrando distintos amigos durante su viaje y también intentando escapar de su vida pasada, del dolor por la muerte de su esposo, y en la búsqueda de algún trabajo ocasional que le permita seguir viviendo. Mientras la acompañamos, se revela la extensión de una comunidad en constante crecimiento y que vive bajo sus propias reglas, un mundo aparte dentro de un mismo territorio.

La consistencia que mencionaba anteriormente no está únicamente en los temas, sino también en las formas: la cámara está siempre cerca de los personajes, recorriendo el camino junto a ellos, y la puesta en escena adquiere un tono intimista y observacional, esquivando los esquemas narrativos tradicionales para centrarse en el desarrollo natural de las vidas de los seres que enfoca, a los cuales aparte los dota de dignidad y empatía. Aquí no hay disecciones crudas, no hay giros de tuerca, y la historia se puede resumir en las pocas líneas del párrafo anterior, pero Zhao es una cineasta comprometida no tanto con los conflictos sociales sino con los afectados, una directora que confía en el poder de lo que tiene para decir y lleva al público por la complejidad del mundo interior de sus protagonistas, encontrando así momentos muy genuinos de auténtica emoción, humor, sorpresa, alegrías y amarguras; un mosaico de vivencias tan genuino y humanista que va adquiriendo un peso propio, sostenido además por extractos en donde la belleza de la fotografía y la delicadeza de la música se fusionan para dar paso a una poesía visual que refina el resultado aunque no le otorga ninguna pretensión que la aleje de sus intereses primordiales.

Esa exploración de los sentimientos y la intimidad de su protagonista no quita que la película no contenga también un fuerte mensaje político, aunque a diferencia de otras películas con similares intenciones Nomadland no aboga tanto por el cambio sino más bien por el reconocimiento de esta realidad, de la cual nadie se hace cargo: los accionistas esperan que los demás vuelvan a confiar en ellos, el gobierno no ha hecho nada por frenar o al menos hacer que los empresarios combinen la industrialización con el trabajo humano (sobre eso, es válido ver el documental American factory, en donde se muestra una preocupante situación de industrialización masiva que parece tener un final funesto para las esperanzas de los trabajadores) y los nómadas tienen cada vez mayor dificultad para seguirle el ritmo a un círculo capitalista cada vez más acelerado, ya que a pesar de tener esa comunidad y una cultura de ruta cada vez más asentada las posibilidades de trabajo escasean, lo que pone en jaque a esta suerte de comunidad si quedan cortos de dinero y su coche/casa se rompe. ¿Puede sobrevivir un sector social creado a partir de la necesidad y alimentándose de lo poco que le deja el resto del país, especialmente si cada vez más gente se une a él?

Zhao no tiene respuestas, y tampoco le interesa crear alguna solución fácil. Lo que pretende es mostrar una realidad, y lo logra. Se vale de una interesante combinación entre ficción y documental, con verdaderos nómades (que además surgen como auténticas revelaciones actorales) e intérpretes consagrados, siendo la gran carta de la directora el compromiso total de Frances McDormand, que aquí da un ejemplo de temeridad. Nomadland se vive al costado y junto a su personaje, Fern, y la actriz se entrega a cada pedido de la realizadora con valentía y talento, logrando una creación de imponente naturalidad y magnetismo, llegando a un nivel de introspección sorprendente en donde el espectador debe prestar constante atención: en un gesto facial, en una forma de moverse o en una entonación vocal se esconde la clave para entenderla, para saber lo que siente y lo que sufre. Ella es el centro emocional y el hilo narrativo que une todo el resultado global, y sale airosa del desafío, como nos tiene acostumbrados. Una película social y profundamente emocional, delicada, con un exquisito aire neorrealista y una preocupación genuina por seguir mostrando lo que oculta la fachada del sueño americano.

NOMADLAND (2020, EE.UU/Alemania) Guion, dirección y montaje: Chloé Zhao. Música: Ludovico Einaudi. Fotografía: Joshua James Richards. Con Frances McDormand, David Stathairn, Linda May, Bob Wells, Patricia Grier.