Por Andrea Bertino
No todo lo de calidad es popular. Es el caso de la serie británica The Virtues, que ya lleva un par de años en la vuelta y que es un sopapo de realidad.
Joseph (Stephen Graham) es un trabajador de la construcción que apenas llega a fin de mes, que se separa de su hijo cuando este viaja a Australia, ahogado por su presente y completamente roto, que vuelve a Irlanda a reconstruir su pasado. Joseph es gris, triste y alcohólico, pero la narrativa de la serie no lo transforman en una pobre víctima al estilo dramón, sino que lo muestra como alguien con el que podemos identificarnos. Vive los dramas de la clase obrera (mostrados de una manera magistral) y en solo cuatro capítulos de poco más de 50 minutos logra tocarnos una fibra: es claro el paralelismo entre su vieja historia de separación familiar y la actual historia con su hijo, como si el pasado estuviera ahí, siempre listo para ser replicado una y otra vez.
Su hermana Anna (Helen Behan) tiene una vida armada y 30 años después, sin casi tener noticias, recibe la visita de Joseph, al que creía muerto, lo cual dispara los recuerdos de una infancia de abandonos y traumas a la que Joseph parece volver, en parte por romper con el momento que vive y en parte para ver si en su pasado encuentra la cura de su depresión.
El director Shane Meadows tiene una sensibilidad especial para plantear el desarrollo sentimental de sus personajes y el drama íntimo de Joseph, que nos resulta tan desgarrador como crudo. Totalmente a la altura está la actuación de Stephen Graham.
El personaje de Joseph nos viene a recordar que el pasado y nuestra historia siempre están ahí y que lidiar por taparla solo se vuelve un boomerang. Su historia se entrelaza con la de Dinah (cuñada de Anna, encarnada por una brillante Niamh Algar), que parece ser un cúmulo de malas decisiones y también tiene un pasado de abandono, pero del otro lado de la vereda.
Lo que funciona a la perfección en esta buena serie es que todo parece muy real, todo es genuino: sus miedos, traumas y dolores podrían ser los de cualquier mortal. “Todo parece volver, todo parece estar ahí” repite Joseph.
Los cuatro intensos capítulos tienen una fotografía fuerte, directa, híper realista que por momentos retrotrae a Trainspotting y que va de pasado a presente sin parar, usando el recurso de una típica vieja cámara de video de Panasonic. Quizá puede parecer un poco lenta al inicio, pero simplemente es cruda para ojos un poco acostumbrados a productos más blandos.
The Virtues recuerda en algunos pasajes es un thriller policial y en otros se parece más a una secuencia de secretos y verdades ocultas, pero es en definitiva un relato desgarrador sobre la supervivencia con grandes traumas reprimidos.
Algunos creadores utilizan sus series como una válvula de escape de sus propias historias personales que les sirven de inspiración para explicar episodios oscuros o crueles de su pasado, y ese es el caso de Shane Meadows. The Guardian no dudó en afirmar que «los últimos 20 minutos de la serie están entre los pasajes más intensos de la historia de la televisión». No exagera en absoluto. The Virtues es una historia de familia, perdón, y dolor, real y descarnada