• 21 de noviembre de 2024 8:43 AM

Más basura: entrevista con Nelson Díaz

A propósito de “Bonus trash«. 

Una reedición aniversario de su libro “Rigor Mortis”

Por José Arenas

Hace quince años salía a la calle un libro desgenerado. “Rigor mortis” de Nelson Díaz –escritor, periodista y crítico literario- irrumpía en el panorama literario de la mano de la editorial Yaugurú para desconcertar a los críticos y, ¿por qué no? a algunos lectores desatentos.

El libro era toda una ceremonia; tenía una tapa de cartón rústico con un alfiler de gancho y el título y el nombre del autor estaban impresos con un sello de goma, a la manera de un expediente médico o de un prontuario. También venía con él una caja de medicamentos controlados y un prospecto de cómo debía leerse ese pequeño monstruo nuevo.

Rápidamente se volvió un libro de culto, una categoría tan incómoda como halagadora. Díaz rompía con su etapa anterior de escritura y este libro era un pasaje, un último encuentro con la poesía “tradicional”. “Rigor mortis” era un libro “criatura” con poemas, monólogos, diálogos y micro relatos.  Al poco tiempo se agotaron dos ediciones y la obra quedó como un secreto. Un inconseguible eterno.

No ha pasado mucho más de un mes y Yaugurú, siempre con el poeta y editor Gustavo “Maca” Wojciechowski como impulsor, decidió arremeter con “Bonus trash”, 

una reedición aumentada de aquel mítico libro que no solamente rompe un período en la obra ficcional de Nelson Díaz –que también ha publicado trabajos periodísticos- sino que es la precuela de su proyecto “Terminal Moebius” una trilogía protagonizada por su “yo literario”, Roger, que nace por primera vez en “Rigor Mortis” para luego crecer y tener sus aventuras y desventuras en “Corporación Medusa”, “Resaca” y “Metástasis”.

“Bonus trash” es una cuidada edición mínimamente remasterizada de aquel primer trabajo pero con una miscelánea agregada, “Random”. Un perfecto regalo extra a la manera de Díaz; personajes, rupturas con el statu quo, declaraciones de principios que hace a través de las voces de autores como Roberto Bolaño y Fogwill.

Con las ilustraciones de Oscar Larroca, el libro se consolida, aún más, en el camino siempre experimental de la literatura de Díaz, unas lecturas que van más allá de ABC rígido y seco que puede encontrarse en casi todo lo que se escribe actualmente.

La obra de Nelson Díaz se inscribe en ese margen experimental donde podrían caer, con gran gusto, Mario Bellatin o Felipe Polleri. Una escritura que pretende que el lector ponga lo suyo, donde no todo esté digerido a la manera cómoda del consumidor burgués, ese mismo que, al agarrar uno de estos libros diría que “no se entiende nada”.

Al respecto de esta celebración, hablamos con el autor.

¿”Rigor Mortis” es el preludio de lo que luego serían las novelas protagonizadas por Roger?

 

Sí, “Rigor Mortis” en su libro bisagra en mi obra. Por un lado, marca mi alejamiento de la poesía ortodoxa y comienza una transición a la narrativa, con textos experimentales y monólogos, en lo que los beatniks llamaban patchwork. Además, como tú decís, aparece Roger en algunos de esos textos, adelantando lo que vendría en mis novelas.

 

La primera edición, que era todo un objeto de arte, de alguna manera ¿entra en un terreno inclasificable? ¿Es importante ordenar los libros más allá de las necesidades del mercado?

 La edición de “Rigor Mortis” supuso un acontecimiento para la pacata e hipócrita Montevideo. Un libro que venía con un alfiler de gancho y la presentación era una caja de medicamentos controlados, que incluía un prospecto de cómo leer el libro. La gente no entendía nada cuando le llegaba esa caja a su casa o se la entregaban personalmente. Por supuesto que venía sin pastillas. Tampoco soy tan generoso, je.  En cuanto a tu pregunta, sí, todavía hoy me dicen que es un libro inclasificable, por esa cruza de géneros que te comentaba al principio. Les ocurre a los críticos literarios (vos y yo lo somos, además de colegas escritores) y sabemos que hay una necesidad cuasi obsesiva de etiquetar: esto es novela, estos es relato, esto es poesía… Entiendo que los libreros deben tener esa necesidad por un tema hasta laboral, de ordenarlos en bateas y estantes, pero en el caso de los críticos no me parece necesario. Exceptuando si son críticas dirigidas a señoras que van a talleres literarios donde toman el té, comen scones y, por supuesto, le roban la plata.

Por momentos, con sus voces plurales e incómodas, “BonusTrash” tiene cierta conexión estética con “Nova Express” de Burroughs, ¿tenés una especial afinidad con el autor de “Queer”?

 Totalmente. Fijate que en “Corporación Medusa”, la primera parte de la trilogía, Roger recibe uno manuscritos de Ciudad Nova, en homenaje a “Nova Express”. También hay un personaje con otro nombre que es él, pero no lo voy a decir. Y como Burroughs considero que el lenguaje es un virus que vino del espacio exterior y que los seres humanos somos películas biológicas.

 

También aparecen Artaud y Baudelaire, ¿cuál es tu relación con el concepto de “maldito”? ¿Hay autores realmente “malditos” o son torpezas comerciales? Según tu propia visión, ¿qué podría volver “maldito” a un autor”?

 

Siempre leí a esos autores, pero no por el hecho per se que sean considerados malditos. De hecho, creo que la mayoría de ellos no se propusieron que su escritura sea maldita. Y esa es la diferencia con los que a priori quieren ser “escritores malditos” y terminan siendo unos impostores. No son creíbles. Prefiero los llamados malditos porque me gusta ese tipo de literatura. Son malditos porque escriben desde las entrañas. Frente al teclado, sin medir las consecuencias, ni si vas a ofender al status quo. No escriben para la tribuna o la claque como algunos autores de izquierda. Acaso el padre de los malditos fue Francois Villon, al que sigo releyendo. También a Rimbaud, Artaud, Lord Byron, John Keats… Ahora caigo en la cuenta que te nombré casi todos poetas.

En algún momento diferenciaste a Roger del concepto de “alter ego”, dijiste que era un “yo literario”, ¿cómo diferenciarías eso?

 

El “alter ego” es tu segundo yo, digamos que distinto a tu personalidad “normal” o diaria. El “yo literario” convive con uno mismo. Yo, sabiendo que Roger no existe por supuesto y que es una creación, es decir sin confundir realidad con ficción, sé perfectamente cómo reaccionaría él frente a determinada situación. A veces me ocurre que frente a un hecho pienso ¿cómo reaccionaría Roger? Y enseguida sé lo que haría o diría. Por eso cuando me siento a escribir sobre él lo hago de forma natural. Nunca es forzado.

Se supone que “Rigor Mortis” es tu último affaire, digamos, con la poesía, pero tus novelas no dejan de tener una carga poética muy notoria, ¿hay cierto tráfico a la hora de escribir?

 Abandoné la poesía (mi último libro en ese sentido fue “Malas Intenciones”, de 1999), porque sentí que desde ese lugar no podía experimentar con el lenguaje. Es decir, la poesía ya no me permitía experimentar con la palabra. Me había encorsetado. Y encontré en la narración un campo fértil para esa experimentación. Ahora bien, esto no quita, como tu bien decís, que en mis novelas no haya una carga poética y hasta una estructura poética.

 Hay una miscelánea llamada “Random” en esta edición aniversario donde incluís personajes y diálogos con autores como Bolaño o Fogwill, además de ilustraciones de Oscar Larroca, en ese sentido, ¿seguís en el camino de la escritura experimental alejada del mero discurso escrito? ¿Tenés autores “referentes”?

 La edición aniversario de “Rigor Mortis”, que titulé “Bonus trash” (o sea “Más basura”) incluye “Random”, esos textos inéditos donde –y vuelvo a la película biológica que pregonaba Burroughs– aparecen varios personajes. Por ejemplo: R es Roger, y también está el doctor Faustroll, un psiquiatra patafísico, que aparece en la trilogía escrita después de “Rigor Mortis”. Hay un salto temporal hacia atrás. Por eso lo de la película biológica. También hay referencias a otros autores que me gustan mucho como Fogwill y Bolaño. En “Random” además de los nombrados, aparecen Arturo Belano (álter ego de Bolaño en varios de sus libros) y Ulises Lima, que junto con Belano son los protagonistas de “Los detectives salvajes”. Ulises Lima fue, en la vida real, el poeta mexicano Mario Santiago Papasquiaro, gran amigo de Bolaño.

 Como tus novelas, y como la primera edición de “Rigor Mortis”, este libro aparece por la Editorial Yaugurú, ¿es una cuestión de principios? Maca parece ser el indicado para tu forma de ver la escritura…

 Voy a decirte una obviedad. Maca es un gran poeta, un estupendo editor y el mejor diseñador de este país. Es mi editor fetiche. Mis libros sin el ojo, la mano y el talento del Maca no serían lo mismo. Y es el hombre que entiende a la perfección mi escritura y mi estética. Hay una simbiosis y entendimiento entre ambos muy especial.

 ¿Tenés proyectos que puedas adelantar? Habías comentado algo acerca de “no ficción” que se llamaba “Amarillo”…

 “Amarillo” es un proyecto en el que vengo trabajando y que me tiene muy entusiasmado. Son historia de vida de personas que decidieron cambiar de sexo. Quiero visibilizar sus vidas, que se sepa lo que sufrieron (y en algunos casos siguen sufriendo) a causa de la discriminación de la sociedad y de sus propias familias. Es mentira que somos un país tolerante. Como es falso que somos un país culto. Tampoco somos un país educado. En materia de ficción terminé un libro donde la trama principal es que Montevideo es la sede de la Convención Mundial de Ñeris. Y el maestro de ceremonia del evento es Edgardo Novick.

 

 Además de autor, desarrollás una intensa tarea de crítico y periodista, ¿leés mucha literatura local? ¿cómo ves el panorama de lo creado en esta épocas?

 Leo literatura local pero veo pocos autores nacionales que se arriesguen a salir de su zona de confort. A veces no alcanza solo con que esté bien escrito. Un libro que me gustó mucho y lo puse entre los mejores del 2020 de autor nacional fue el tuyo “Papeles suizos”, porque escapaba a esos estereotipos y clichés. Peveroni, Polleri, Sanchiz, Mella, son otros autores que me gustan mucho también. En cuanto a la tarea de crítico te confieso algo. En la mesa de trabajo tengo dos pilas de libros. Una es la de los libros que tengo que comentar. Algunos no me gustan pero tengo que leerlos. Es mi trabajo. Hay otros con los que me llevo una buena sorpresa. Luego está la otra pila que es la del lector. Ahí tengo los autores que me gustan y que no (o a veces sí) voy a reseñar. Es la pila del placer de lector que muchas veces no coincide con la del crítico.