Por Sergio Schvarz
A mitad de agosto de este más que complicado año, recibí una invitación para asistir, de forma virtual, a la Bienvenida a Isabel Allende como socia honoraria del PEN de Chile, que se hizo efectiva el día dieciocho.
A nadie escapa el prestigio de la escritora tanto fuera como dentro de Chile, donde destaca su poder de observación de las distintas situaciones que le ha tocado sufrir o participar, así como de una fina ironía que le da la distancia con su patria y que le permite decir algunas cosas que los propios chilenos a veces les cuesta decir.
Es que, a pesar de su éxito de ventas —quizá por esto— hay cierta intelectualidad chilena y latinoamericana que aún se resiste a considerarla como una escritora en todos sus términos. Y en ello hay, no lo permita Dios, un evidente machismo implícito y/o explícito que nos da la medida, por ejemplo, de que la Universidad de Santiago apenas recientemente ha distinguido a la escritora, así como únicamente ha distinguido a Gabriela Mistral entre las escritoras chilenas, como si no existieran las mujeres en el mundo de la literatura chilena.
De todas formas, y por suerte, en el año 2010 se le otorgó el Premio Nacional de Literatura para esta escritora nacida en Perú de familia chilena, y su familia, ya lo sabemos, es toda su patria.
Recordemos que este 11 de setiembre se conmemoró el aniversario 48 del sacrificio que hiciera Salvador Allende, en aras de la defensa de la democracia, y de una democracia con justicia social que fuera traicionada en aras de intereses económicos vinculados al capital trasnacional. Y nuestra escritora sabe de esto, en primera persona.
La bienvenida y el “número crítico”
Dicho evento, que consagra aún más a la escritora, contó con la presencia de Germán Rojas, presidente del PEN Chile; Cristina Wormull, vicepresidenta de la institución; Francisco Estévez, director del Museo de la Memoria; Blanca del Río, presidenta emérita del PEN Chile, y María Teresa Cárdenas, periodista de la Universidad de Chile, subeditora del cuerpo Artes y Letras y de la sección Cultura del diario El Mercurio, que le realizó algunas preguntas, siendo la moderadora Mariana Hales. La cantante Trinidad Montalva nos dejó dos canciones de muy buena factura.
Cada uno de ellos, a su turno, mencionaron algunos aspectos de la homenajeada y la propia escritora tuvo algunas reflexiones que nos parece importante consignar.
Es sabido que Isabel Allende mantiene una distancia física de 40 años fuera de Chile, pero sin embargo ello no es óbice para desentenderse de su país y de sus problemas, siendo una especie de embajadora cultural representativa de los y las chilenas. “Son los primeros años de la infancia el territorio fértil de donde sale la imaginación, donde están plantadas todas las historias”, desde ahí su compromiso por Chile.
Entrelazada con su peripecia personal sus obras nos muestran distintos aspectos de Chile, del de ayer y el de hoy, tanto del punto de vista emocional como en cuanto a información sobre su realidad. La lucha por los derechos humanos, la diversidad y la paz ha sido una constante de su actividad literaria y humana, pero también el abogar por la libertad de prensa y la libertad de la palabra, que haya seguridad para los escritores porque “somos muy vulnerables, somos los primeros en caer cuando hay represión, dictadura, guerra, fundamentalismo. Son las primeras voces que hay que acallar”.
La escritora, que se define feminista (y precisa el alcance del término en su ensayo Mujeres del alma mía), también precisa su interés sobre la inserción de las mujeres en el trabajo y en la sociedad, siendo que representan el 51% de la población mundial y sólo poseen el 1% de los recursos, cifras que, por sí solas, nos muestran el tamaño de la desigualdad. Las mujeres, en la escala del ser humano, son consideradas menos. Sin embargo, a pesar de ello, dice que estamos ante un “número crítico”, que se da cuando la gente pierde el miedo y combate al miedo en la calle, reivindicando sus propios derechos, reivindicando vivir con dignidad, y si las mujeres, y el conjunto de la sociedad, se organizan pueden lograr un mundo más justo e igual. Las movilizaciones en Chile, que se tradujeron en la Constituyente, es una muestra de ello. La unión para estar unidos.
Además, señala, las mujeres son las que primero pierden cuando hay una crisis económica o, como es en la actualidad, una crisis sanitaria que derivará en una brutal crisis económica a pesar de los esfuerzos de los países. O como consecuencia del fundamentalismo y del fascismo. Y también, debemos enfrentar una crisis ambiental que puede echar por la borda todos los sueños, todas las ilusiones.
El pasado, siempre presente
Lo que ya ocurrió, lo histórico y lo personal, desde lo particular a lo más general, dejó una huella imborrable. Desde el mestizaje, de los cuerpos y de las ideas, de la colonización hasta el presente. Nada podemos hacer por ello, salvo intentar no repetir los errores, y para eso hay que poner la obra, lo que se hizo —lo que se debe hacer—, por encima de los errores de los hombres, sin negar nuestras raíces indígenas y nuestras otras raíces que abrevan, indefectiblemente, de los conquistadores. La amalgama de las culturas.
Pero claro, el pasado pesa. Y ella lo dice con claridad, no tuvo ninguna intención heroica en su lucha contra la dictadura de Pinochet, sino más bien una inconciencia militante que se sostuvo hasta que “cuando no pude más con el miedo, me fui” (“mientras otros se quedaron y siguieron haciendo”), porque “la represión funcionaba en círculos, en círculos cada vez más pequeños, más precisos, y más brutales”.
La autora tuvo tiempo para hablar algo sobre Afganistán, diciendo que era una debacle anticipada y una muestra de la arrogancia de Estados Unidos por imponerse a los demás.
Antes de referirse a la actualidad, tuvo palabras sobre su hija, la enfermedad que padeció y su muerte, y cómo a pesar del dolor, y para comprender todo ese proceso y hacer el duelo, tuvo que escribir.
Sobre sus proyectos dijo que si bien es un tiempo de soledad y silencio, debido a la pandemia, está por sacar una nueva novela (Violeta), tiene dos tercios de otra novela en producción y para enero intentará sacar otra novela, por lo que esta nueva incorporación al PEN Chile la encuentra en un momento muy productivo.
Museo de la Memoria
Deseo destacar, por considerarlo de importancia, la participación de Francisco Estévez, director del Museo de la Memoria, quien rescató la figura de Salvador Allende, a casi 50 años del cataclismo, y sobre todo puso el énfasis en el derecho de entender la memoria como un derecho humano más, así como de que los organismos de derechos humanos deben establecer la responsabilidad del Estado en estos temas.
Sobre la escritora, destacó la perspectiva feminista de su escritura, el abordaje del tema de los migrantes e indígenas, puesto que “somos parte de una comunidad que tenemos que saber comunicarse”.
Y encuentra en Isabel Allende una voz que reafirma la posibilidad de repensar el país, Chile, para los años venideros, mediante esta Constituyente que reflejará, así lo esperamos, la voluntad democrática, antiautoritaria, del pueblo chileno.